Cómo llegamos a este punto

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México se encuentra en una situación muy particular en su historia. Dividido desde el poder político, enfrentando varias crisis de manera simultánea y con un gobierno que no ha demostrado estar a la altura de las necesidades del país, a pesar de lo que digan sus defensores. Al terminar el año, se hace necesario que reflexionemos acerca de la manera en que llegamos a este punto de nuestra vida como nación.

 

El balance

Para comprender cómo llegamos a este punto en nuestra historia como país, debemos entender de dónde venimos:

  1. Durante las últimas décadas, ha crecido el hartazgo en contra de la clase política que nos gobierna y de los partidos políticos. Prácticamente, todo lo malo que ha pasado en la nación es su culpa, en opinión de amplios segmentos ciudadanos.
  2. La corrupción se ha convertido en el tema que más preocupa y escandaliza a los ciudadanos, al grado de que se convierte en un pesado lastre en la imagen de ciertos grupos políticos y partidos, en especial los que gobernaron la república los últimos 50 años.
  3. La ciudadanía dejó su tradicional papel de espectador para encabezar movimientos que buscan cambiar el estado de cosas. El activismo se convirtió en una actividad que incide ya en la vida política del país, aunque en ocasiones con más desorganización que resultados.
  4. Capitalizar este tipo de situaciones se convirtió en un objetivo para cierto grupo político, que luchó por beneficiarse de cada causa que indignaba a los ciudadanos, algo que se vio reflejado en movimientos como #NoMasSangre o #NosFaltan43 en años recientes.
  5. No puede dejarse de mencionar un proceso de polarización que dio inicio en 2006, entre quienes luchaban por un presunto fraude y quienes no lo hacían, siendo estos últimos calificados como cómplices, aunque las pruebas no permitían sostener este tipo de denuncias, lo cual no importó y cierta narrativa se incorporó al debate público, aquella que hacía del fraude un acto de fe y cuyos seguidores atacaban a quienes no estaban de acuerdo con ello.

Estas situaciones son las que están marcando el rumbo del país, algo que influirá en las elecciones de 2021.

De hecho, la narrativa de la 4T volverá a hacer énfasis en el pasado corrupto que nos gobernó, sin mencionar que muchos de esos que también pueden ser incluidos en la lista forman parte del actual movimiento que llegó a Palacio Nacional.

Es curioso, pero atacar o decir que no se puede confiar en alguien sólo porque es priísta o es parte de la “mafia en el poder” –aunque en el poder actualmente se encuentren, al menos en teoría, otros–, se ha convertido en el acto de fe que más se ha repetido en los últimos años, aunque para redimirse sólo se necesita agregar un ex a la etiqueta y asunto arreglado, todos los pecados quedan absueltos y en un instante quién se enriqueció al amparo del poder y la corrupción a él asociada, se convierte en un funcionario necesario para el actual gobierno.

En tanto, los partidos de oposición no han podido ofrecer ni las disculpas que muchos desean escuchar, ni la explicación de que hicieron todos estos años en que la corrupción –como el tema que centrará muchos esfuerzos de campaña en 2021– creció de manera desbordada, así como la defensa de lo que se hizo bien pues el discurso oficial de que todo lo pasado era malo –un pasado, por cierto, del que formaron parte y ayudaron a que se diera–, se ha mantenido sin que se aclare lo que en realidad sucedió.

En medio, una ciudadanía que constantemente se encuentra bombardeada por las redes sociales y esa lucha de fanáticos en que se han convertido. De un lado, los que defienden a este gobierno y presumen sus escasos logros –sin pensar que un buen gobierno no necesita de defensores permanentes–, al grado de caer en contradicciones y perder la dignidad, pero del otro lado tenemos a quienes todo critican, sin fijarse que están cayendo en un anzuelo de cuentas falsas o que se enfrascan en una discusión por algo que pasó hace varios años. Este grupo también ha hecho de la crítica de todo lo que haga y se ponga la esposa del presidente un objetivo de vida, a la vez que critican la alianza del PAN-PRI-PRD y se dedican a quejarse de todo lo que haga el gobierno federal o sus seguidores.

Es cierto que la ciudadanía está harta de la clase política, pero la única respuesta que se ha conseguido es una clase política que busca mimetizarse con los colores del movimiento que ahora los recibió y seguir haciendo lo único que saben hacer: continuar con sus carreras políticas en las que los resultados no caben.

¿En que concluirá todo lo anterior que comentamos? Tal vez provoque una mayor participación en las elecciones del año entrante, quizá abstencionismo o la llegada de un liderazgo de alguno de los extremos políticos, aunque de lo único que podemos estar seguros es que los problemas y las crisis que tenemos seguirán a pesar de discursos mañaneros y promesas de todos los partidos y gobernantes.

Con todo, esperemos que –para usar una palabra de moda– el 2021 no sea tan pinche como el 2021 que tuvimos, de todo corazón lo deseo para nuestros lectores.

@AReyesVigueras