Diego Martín Velázquez Caballero
La cadena de escándalos políticos que han acompañado la historia política poblana durante los últimos veinte años, son muestra de que alternancia no significa consolidación democrática y, mucho menos, calidad de gobierno. El índice de desarrollo democrático y de competitividad se ha desplomado fatalmente; sin embargo, no es la señal de que la estructura avilacamachista esté descomponiéndose sino de la incapacidad de los gobiernos de alternancia para trabajar.
El faccionalismo y la división social en Puebla han venido a significar un autosabojate permanente para generar desarrollo y crecimiento. Al contrario de lo que ocurre en los procesos electorales donde distintos partidos ocupan el gobierno, los cambios de institutos políticos en poder de Puebla sólo incrementan la inseguridad, violencia y pobreza. Los gobiernos de partidos diferentes al PRI tratan de distinguirse; no obstante, al compartir las camarillas y facciones, perseguir o desprestigiar al PRI se transforma en un bumerán que les provoca crisis mayores. Acción Nacional y Morena se han enfocado en arrasar al PRI, pero el PRI está dentro de ellos y, por lo tanto, al hacerlo, se destruyen ellos mismos. Luego, el PRI y sus poderes fácticos tienen el poder de veto para decidir la sucesión política.
El faccionalismo de MORENA en Puebla y el colaboracionismo que desarrolló con el PRI, están complicando que la sucesión gubernamental se atenga al Lópezobradorismo. El manejo pragmático de la administración pública y la experiencia de la ingobernabilidad morenista tendrán un peso mayor que la simpatía por el presidente de la república.
Lo ocurrido en la zona metropolitana de la entidad, es un escenario viable para el futuro político de Puebla en 2024. El faccionalismo conflictivo ha derivado en la falta de penetración regional por parte del gobierno y el resurgimiento de las estructuras tradicionales de poder por más agresivas, violentas y criminales que sean.
El tribalismo de MORENA y la ausencia de guía presidencial en la entidad, provocará serios problemas para la izquierda purista que hace utopías con llegar al poder público. El morenovallismo sobrevivió porque es el avilacamachismo transformista que se adapta a cualquier estructura que signifique influencia, en el acomodo de las fuerzas priistas locales está inundado el secreto de la sucesión poblana. Las alianzas pragmáticas de MORENA en Puebla son también sus pecados capitales hacia el futuro.
Es probable que la coyuntura del 2024 en la sucesión presidencial signifique un impulso para los candidatos morenistas en Puebla, siempre y cuando el sucesor de AMLO también consolidé la unidad y no quiebre el movimiento de regeneración nacional. No parece que sea así. El desgaste del partido en el poder de la presidencia de la república, será un elemento para aprovechar por parte del PRIANRD en Puebla que cada vez suma más factores, disciplina y elementos a su coalición, aunque sean priistas avilacamachistas.